martes, 29 de julio de 2008

Fetichismos contemporáneos

Los seres humanos somos iguales y distintos a la vez, por un lado nuestra humanidad crea esa esencia, cual sabia, que compartimos y estandariza derechos y deberes según nuestra racionalidad interna, sentimientos y los rasgos esenciales que compartimos todos los hombres y mujeres de este planeta; es decir, aptitudinalmente el ser humano es igual que otro. Luego, diferentes en tanto nuestra capacidad de discrecionalidad según la dinámica social, económica, sicológica y hasta política que lo envuelva, así como las diferencias que saltan a la vista como las raciales, pues es evidente que físicamente un caucásico es diferente a un asiático, afortunadamente, es harto extendido que las diferencias son solo las que saltan la vista y nada más, aunque apene decirlo, hay aún en pleno siglo XXI elementos retrógrados que trasladan ciertas diferencias superficiales a las esenciales, para sostener y legitimar una superioridad que resultara insostenible por otros criterios y fundamentos. Antes, la diferencia racial o social, podía funcionar como el condicionante de la composición de clases dominantes y dominadas, hoy, ante la revolución de la riqueza y sus nuevos componentes así como la movilización social agresiva que experimenta el mundo resulta hasta huachafo y vergonzoso comentarlo como una realidad, aunque si bien es cierto el racismo sigue siendo un problema, este ya no resulta ser el único que surja del devenir del sistema actual, unipolar y estandarizante, los fetiches capitalistas del consumismo y lo “perfecto” llegan a ser vicios de carácter contemporáneo los cuales arremeten contra aquella igualdad de la que tanto alarde hacen los supuestos abanderados de la libertad y la razón.

Debido a ello, el fetiche consumista de lo perfecto o lo ideal puede llegar a destruir muchas veces las aspiraciones de muchas personas en el mundo, confundiendo la belleza, que en principio debería referir a una cuestión integral, con un aspecto más de la discrecionalidad y subjetividad humana que finalmente es inducida controlada o manejada por determinados poderes fácticos de nuestra sociedad, es decir, lo bello hoy en día resulta ser lo que muestra la publicidad o el establishment comercial, y no realmente la significación que subyace a la individualidad humana, concepto, este último, que es utilizado según convenga a los poderes citados. Entonces, resulta que la individualidad sirve en tanto enemiga de la fraternidad y la colectividad en tanto en tanto cercana a la legítima (lo ideológicamente represivo) monotonía del pensamiento

Si estos valores son los ponderados por la cultura post moderna, ¿podemos entonces realmente concluir que estamos ate un sistema que realmente aprecie o estime los valores occidentales como la libertad, la igualdad y la razón?

Solo cabe la posibilidad de dos respuestas a esta pregunta, sí o no; y pareciera ser que la inclinación va por el no. Sin embargo, muy aparte de la denuncia que sentemos, puede haber fenómenos sociales que sobrevivan al ventarrón consumista, entre ellos la forma más interesante de humanidad así como de relación con la naturaleza y lo existente en mundo, EL PODER DE LA CHAPA, él resulta de la observación meticulosa por parte del agente emisor hacia el agente receptor concluyendo algunas ideas fuerza dependientes que servirán para comparar con las otras ideas complementarias o independientes, algo así como stake holders, y de tales cavilaciones resultará la nueva conceptualización del ente receptor, lo que finalmente llamamos chapa . Al ser la chapa, entonces, un modelo de abstracción mental cuya observación no se limita a un todo sino a una escogencia discrecional del agente receptor, la configuración de este es variada y compleja, pues puede llegar a ser un ser humano como una parte de él, siendo esta composición tanto física como sentimental, es decir la chapa no solo se limita a lo físico sino a lo trascendente.

De aquí se sostiene que la chapa no solo es una caricatura sino también un fenómeno el cual tiene como principal función la desaparición de las brechas existentes por cualquier motivo o circunstancia entre los seres humanos, por ello la chapa iguala ya que todos los seres humanos somos susceptibles de caer en ella, todos sin excepción, pueden pasar por ella, desde Matilde Pinchi Pinchi, pasando por Gisella Valcárcel hasta llegar a Agelina Jolie, así como la Reina Isabel, Shakira o Betina Oneto, la foquita Farfán, Acasiete o Leao Butrón; Raúl Romero, Stevie Wonder o Brad Pitt, o Cachay, Dionisio Romero, o Paul Martin.

La intensidad con la que toca a unos más que a otros será motivo de un próximo artículo pero les vamos adelantando que solo es una cuestión de forma y no de fondo.


Hermo Chaplin